domingo, 4 de septiembre de 2011

Implicaciones éticas en la investigación científica

Los descubrimientos científicos y sus consecuencias tienen cierta responsabilidad por ese estado en que nos encontramos. Hace cien años, Wilhelm von Röntgen descubrió los rayos X, uno de los primeros aportes de la tecnología a la medicina del siglo XX. Un año después, casi todos los buenos hospitales europeos tenían aparatos de rayos X. Desde entonces y hasta la aparición en el mercado del comprimido llamado 846 -también producto de la investigación científica-, que provoca el aborto casi sin otras consecuencias, han sucedido muchas cosas.

La manipulación del átomo permitió construir centrales para generar energía, pero también dio lugar a bombas de inédito poder destructivo y multiplicó los riesgos de la radiación; la manipulación del genoma abrió la posibilidad de la terapia génica, pero también de crear monstruos; y la manipulación de células llevó a la fecundación in vitro. Estas novedades han alterado la conducta humana y los criterios según los cuales se juzgaba que las cosas eran buenas o malas.


Los conflictos morales vinculados con la ciencia no son nuevos. En Sicilia, en el siglo V antes de Cristo, los pitagóricos descubrieron que la hipotenusa de un triángulo rectángulo isósceles no es medible por el cateto. El hallazgo les pareció irracional -los números relacionados con esa operación se llaman, todavía, irracionales- y lo mantuvieron oculto todo lo que pudieron, por el temor a las consecuencias perniciosas de hacer saber que el mundo no es racional. También hubo problemas morales relacionados, por ejemplo, con la realización de autopsias humanas, que se practicaban en Alejandría, alrededor de doscientos años antes de Cristo, pero después se prohibieron. Galeno no pudo hacerlas y su anatomía era la del cerdo y el mono trasladadas al hombre.

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